El autor según unos periodistas argentinos (Clarín)

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Estos retratos de JP Tailleur fueron escritos por unos periodistas de Clarín, el primer matutino argentino. Entrevistaron al autor de Bévues de presse en Buenos Aires, en julio del 2001(*).

 

 Jean Pierre Tailleur - Juan Pedro para los amigos - es tan pero tan poco francés que de hecho, nació en Argentina por obra y gracia de una madre hecha en estas Pampas. “Yo soy más informal que el francés", explica, como si el francés fuera otro y no él que se dice "60% franchute, 35% argentino y 5% norteamericano y español, los otros lugares por los que anduve de paso". Lo cierto es que mezclando tonada parisina con frases porteñísimas como "me dieron más pelota" o "algo de pendejos", Tailleur anda pisando nuevamente las calles del Buenos Aires que lo vio nacer el 10 de setiembre del 61. Vino con la idea de criticar, pero increíblemente no a su país natal sino a la Francia que lo adoptó cuando recién tenía cuatro anos.

Especialista en economía, ex bancario con cero por ciento de ganas de reincidir, trotamundos y - por sobre todas las cosas - periodista, este cuarentón cuya campera inflable marrón no lo hizo salvar del resfrío esta a punto de publicar su trabajo más polémico: el primer libro que cuestiona con todas las letras el profesionalismo de la prensa francesa.

Tailleur se pregunta por qué recién después de 40 años se publica la confesión de un general francés que reconoce haber torturado en Argelia, por qué hay solo 20 o 30 investigadores periodísticos para un país con 60 millones de habitantes, por qué el diario mendocino Los Andes es mejor que un diario regional francés, por qué hay tan poca cultura del reportaje y de los trabajos sobre el terreno. "Es un terreno virgen: cuando empecé a analizar a los periodistas de Francia tenía por delante una avenida inmensa como la 9 de julio", exagera.

Invitado a dar una conferencia en Uruguay, se hizo una escapadita hasta su Buenos Aires querido hasta que algún bendito teléfono le traiga una llamada con perfume francés. No disimula que está ansioso para que su libro vea pronto la luz de las vidrieras: "Hay dos editoriales que están viendo si me lo publican". Tampoco disimula que lo sorprendió lo de los editores de Seuil, que ya habían aprobado la publicación de 250 páginas pero dieron marcha atrás por el consejo de los abogados. Se iba a llamar “Error de tapa” pero a él le gustaría ponerle “La Impunidad de la prensa”.

Los cuatro años posteriores a su llegada a la clínica Santa Isabel, en Flores, le bastaron para aprender el español a la perfección. Aquí, en estas tierras que poco tienen que ver con su Montpellier actual, Tailleur cuenta que su padre fue uno de los inversores extranjeros que invirtió -y se fundió—en Argentina: "Tenía una tienda de artículos del hogar en Suipacha y Cangallo". Dice que, en su niñez, "Argentina era el padre o la madre que nunca llegué a conocer". Y asegura que entonces "cruzaba el Atlántico todas las noches", cuando mamá Elsa le hablaba más de San Martín que de Luis XIV.

En estos días, mientras se come todos los ñoquis y todas las empanadas que elabora la tía Irma, les echó una mirada a los periodistas argentinos. Quienes, por supuesto, no salen indemnes: no le gusta la visión geopolítica que tienen y, a su entender, faltan temas relacionados con la última dictadura militar. Ahh, y pide perdón porque le gustan algunas cositas de Daniel Hadad.

 

Comentario de JP Tailleur: Daniel Hadad es un periodista y empresario que controla una parte de los medios audiovisuales argentinos. Aunque le reconozco algo de talento como locutor, pienso que muchos de sus programas son escandalosos por su discurso populista y autoritario.

Jean-Pierre Tailleur cultiva un aire de antihéroe, los hombros como pidiendo disculpas por meterse donde no debe. De todas maneras, insiste. Está intentando abrirse paso en un terreno espinoso, donde sabe que va a pisar los callos de varios colegas.

El manuscrito de su libro «Error de tapa, el “malperiodismo” en la prensa francesa» le valió un adelanto de 2.000 dólares y el posterior rechazo de la editorial Le Seuil, temerosa de juicios por difamación. "Lo cierto es que me concentré en artículos de periodistas de renombre, como uno que recibió el premio Albert Londres. Tomé diez de sus artículos. Ninguno merecía una calificación de 5 sobre 20 en una escuela de periodismo".

Tailleur, argentino, hijo de un francés y una argentina, se crió desde los cuatro años en Montpellier, donde su familia se radicó en 1965. "Me siento un 60% francés y un 35% argentino. El resto lo atribuyo a mis años en Nueva York". Inició una carrera como financista, pero cuando estaba en la sucursal neoyorquina del banco Societé Genérale, se tomó un año sabático y comenzó a estudiar periodismo en la Universidad de Columbia. Fue su camino de ida, en 1992.

Alternó empleos en periodismo empresario con investigaciones como freelance. Ahora está volcado a que su libro vea finalmente la luz. Y no tiene la menor idea de cómo quedará parado después. "Me parece que un porcentaje importante de periodistas y público dirá que dije algo que ellos mismos pensaban". Pero también le teme a quedar marginado. El riesgo es terminar quemado.

Nariz aguileña, anteojitos tipo John Lennon, Tailleur despotrica contra lo políticamente correcto. Parece más atento a la honestidad intelectual que a que su discurso quede inserto en algún tipo de bronce periodístico. O quizás esté buscando su propio molde, un bronce hecho a su medida.                      Luis Ceriotto

"Franchute" en Argentina, "Juan Pedro" en Francia. Jean Pierre Tailleur, banquero devenido periodista, parece dividido por dos miradas, dos idiosincracias, dos formas de ser en el mundo. Porque sus primeros cuatro años los pasó en Buenos Aires a donde su papá vino a buscar nuevo idioma y experiencias (encontró una mujer, Elsa, y tuvieron dos hijos). Porque el resto lo pasó en Francia. Y porque, como él mismo recuerda, cruzaba el Atlántico todas las noches cada vez que su mamá antes de dormir le contaba historias de su tierra. El mismo calcula su mezcla, como un vino de tres varíeteles, "60% francés, 35 argentino y 5 neoyorkino.” Al fin de cuentes fue ahí en Nueva York donde tomó, a los 30 años, la decisión más importante de su vida, dedicarse a lo que realmente le gustaba, el periodismo. "Me costó una operación de menisco", interprete freudiano. Dejó un sueldo de 100.000 dólares al año, departamento en Manhattan, seguridad. "Si miraba alrededor no habia hombres grandes a los que quería parecerme, todos mercenarios, estaban ahí por el dinero".

Jean Pierre es rosado, labios finitos, nariz afilada, anteojos. No, no hay elegancia francesa en su estilo, o bien es la falta de estilo lo que lo define. Se sonríe cuando habla del periodismo, se entusiasma cuándo habla de su libro de inminente aunque complicada publicación en Francia. La historia de su libro es la historia de su desilusión con el periodismo francés. Y la historia de su desilusión con el periodismo francés es el tema de su libro.

Cuando volvió a Francia, después de trabajar o estudiar cinco años en Nueva York, no tardó mucho en descrubrir que muchos de sus colegas no respondían a las reglas básicas de periodismo que le habían enseñado en Columbia. "Algunos reporteros prestigiosos en Francia no obtendrían cinco sobre diez en Estados Unidos". Falta de rigurosidad y un alejamiento del trabajo de campo. Es decir un periodista francés es capaz de basar su investigación sobre la pobreza suburbana visitando a expertos universitarios para que les cuenten cómo son y qué hacen los pobres, sin pisar jamás un barrio marginal. El mismo sufrió la influencia de ese defecto en su trabajo. "En una investigación que realicé en Irán descubrí que se podía practicar la religión judia sin sufrir persecusión". Haciendo caso omiso del dato su editor tituló la note, "Irán: 50.000 judíos en peligro de muerte". "Él - se indigna Jean Pierre - desde su escritorio en París decía cómo era la realidad de los judíos en Irán. Es una falta de respeto al trabajo de investigación".

Cuando a Jean Pierre se le sugiere que quizás, más que un falta de respeto a la tarea de campo, eso sea una falta de respeto a la otredad o un festejo excesivo de etnocentrismo, parece no entender. ¿Su 60% francés en acción?                           Grisel Isaac

 

(*) Estas notas eran parte de un ejercicio interno de la plantilla del diario en castellano más vendido. Fueron escritas pocos días después de que la editorial parisina Le Seuil abandonara el proyecto de publicar el ensayo.

 

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